sábado, 7 de abril de 2012

Mi lugar feliz.

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Todos tenemos ese lugar feliz, el primer lugar al cual acude nuestra mente cuando necesitamos un respiro de la existencia, ese sitio especial en que nos visualizamos e instantáneamente encontramos la paz. Ese rincón que el universo nos ofrece para depositar nuestro pensamiento, independientemente de que exista en alguna parte del mundo corpóreo y físico o en una invención del alma, la imaginación y los sentidos.
Siempre existe ese puente entre el agobiante día a día y la zona que esta del otro lado de la franja de la realidad, zona que aunque su composición y características varíen de persona en persona, posee un solo nombre: Libertad.
La libertad es sentirse desligado de cualquier preocupación, por eso acudimos a ese lugar, para hallar la libertad que es difícil de encontrar en la tierra, sucumbimos a una fantasía que nos permite despejarnos de cualquier problema, alejarlo y que cualquier situación que no pertenezca naturalmente a aquella utopia  pasa a segundo plano.
Cuando siento necesidad de escapar de mi vida y tomar un respiro del entorno, acudo a muchas fantasías desvariadas, historias, delirios y deseos, pero cuando se trata de un territorio en concreto, sólo hay una cosa que invade mi mente: La playa.
Es un paraje que coexiste en el planeta como algo real y tangible, pero el viaje sigue siendo el mismo y si puedo hallar la libertad que busco. Las sensaciones que me transmiten, a pesar de algunas tener palabras que las definan, son inefables e infinitas. Tan sólo imagino la arena suave entre mis dedos y las olas oscilantes emprendiendo su trayectoria desde el horizonte y como suavemente amanece un sol reluciente sobre el océano, el cielo tatuado de colores fusionados que nunca se habían visto jamás, tan naturales y auténticos, el viento ligero otorgándome la sensación de volar, la espuma del mar, la naturaleza despertando, el día naciendo sobre ese ayer que no fue tan indulgente, las últimas estrellas titilando a lo lejos, y la luna lejana dando paso a andanzas y remembranzas.
Esa sencillez con la que la madrugada comienza desde cero, sin importar cualquier tormenta que asecho la atmosfera, el sol siempre sale de esa nube para amanecer otra vez. La manera en la que siento como insólitos sueños brotan y emergen al son del alba. Y absorta en metáforas y alusiones, analizando cada detalle, cada fragmento de la perfección, voy desvinculándome de la razón, de las cuestiones de la sociedad, de los pensamientos racionales, de esa búsqueda insaciable por una solución, de la preocupaciones del futuro, de las preguntas cuyas respuestas permanecen calladas, de las incógnitas, de los obstáculos, impedimentos y caídas, todo pasa a segundo plano.
Inclusive en mi lugar feliz encuentro el resultado a cada problemática que la adversidad me arroja a veces, hallo la solución tendida frente a mis ojos, esperando ejecutarse, se extinguen las incertidumbres de lo venidero, la filosofía me cubre con un manto de conocimiento relativo pero valioso y fructífero, el valor de la incógnita se despeja simple.
Todos necesitamos ese rincón, ese espacio ficticio-real, esa libertad para desentenderse de las preocupaciones, ese espontáneo segundo de felicidad en medio del caos, esa orquídea que florezca en la Apocalipsis, esas sonrisa brillante tras el manto de lágrimas, esa seguridad de que podemos encontrar porciones de regodeo en cualquier esquina, la certeza de que no todo esta quebrado, mientras exista esa posibilidad de volar a otro paralelismo alterno donde flotan en el aire salvaciones.

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