sábado, 8 de octubre de 2011

Aprender a volar.

Había una vez una niña mortal,
Que veía el cielo triste porque
No podía volar,
No tenía alas y al suelo la aferraba la gravedad,
Pero el deseo imposible la impulso a soñar,
Cerrar los ojos y descubrir
Que hay un más allá.


Entonces supo que
No sólo puede volar,
Puede plantearse imposibles
Como una verdad visible,
Todo lo que su imaginación
Conseguía abordar,
Era para ella un mundo de felicidad.
Y la niña se sorprendió al ver,
Que todo lo que quiere
Lo puede tener,
Sólo tenía que dejar de ver
Y comenzar a creer,
Desear de corazón
Y buscar su delirio con pasión e inspiración.


Dejo que la posibilidad la abrazara
Para alcanzar su libertad,
Olvido todo aquello que no podía tocar
Y se centro en lo que lograba imaginar.


Y por fin comprendió que,
En su universo de cartón,
Con fantasías vivientes,
Ángeles de papel,
Sentimientos de seda y besos de miel
Todo podía pasar.
Y así fue como aprendió a volar.

sábado, 1 de octubre de 2011

¡Luces, cámara, vive!

A veces sería ideal que toda nuestra vida fuera una novela, una película o una serie y que en el peor momento, en el de más sufrimiento y lágrimas existiera un Dios que nos gritará desde más allá: “¡Corte!” y todo se detuviera, y poder abandonar el escenario de nuestras vidas por un instante, darnos un respiro de nosotros mismos, dejar de ser nosotros mismos durante un rato, tomarse una pausa, salir del personaje, salir de uno mismo.
Que toda nuestra existencia este plasmada en un libreto, sin esas incertidumbres del futuro, sin esos instantes en los que no sabes que decir o como reaccionar, sólo haría
Falta aprenderse de memoria las líneas del destino, sin sorpresas desagradables o giros improvistos, todo estaría preparado y ensayado.
Ojala que cuando nos equivocáramos, nos dejaran repetir el momento para no cometer errores y que se hicieran mil tomas hasta aprender a hacer las cosas bien. Y saber que la gente indeseable o que nos ha pisoteado terminara pisoteada al concluir todo.
Poder jugar con el tiempo y tenerlo en la palma de la mano, darle pausa, retrocederlo, adelantarlo, obligarlo a moverse a nuestro favor y tener el infinito de nuestro lado.
¿Qué no darían por probar una vida de película con finales que estuvieran programados para ser felices, tener un descanso de uno mismo entre cada escena y momento, no tomarse la molestia de escribir el propio libreto, todo estaría listo para que vivamos plenamente y que se pudieran repetir los instantes en los que no decimos lo que debemos para corregir y que todo vuelva a ser perfecto?.