sábado, 1 de octubre de 2011

¡Luces, cámara, vive!

A veces sería ideal que toda nuestra vida fuera una novela, una película o una serie y que en el peor momento, en el de más sufrimiento y lágrimas existiera un Dios que nos gritará desde más allá: “¡Corte!” y todo se detuviera, y poder abandonar el escenario de nuestras vidas por un instante, darnos un respiro de nosotros mismos, dejar de ser nosotros mismos durante un rato, tomarse una pausa, salir del personaje, salir de uno mismo.
Que toda nuestra existencia este plasmada en un libreto, sin esas incertidumbres del futuro, sin esos instantes en los que no sabes que decir o como reaccionar, sólo haría
Falta aprenderse de memoria las líneas del destino, sin sorpresas desagradables o giros improvistos, todo estaría preparado y ensayado.
Ojala que cuando nos equivocáramos, nos dejaran repetir el momento para no cometer errores y que se hicieran mil tomas hasta aprender a hacer las cosas bien. Y saber que la gente indeseable o que nos ha pisoteado terminara pisoteada al concluir todo.
Poder jugar con el tiempo y tenerlo en la palma de la mano, darle pausa, retrocederlo, adelantarlo, obligarlo a moverse a nuestro favor y tener el infinito de nuestro lado.
¿Qué no darían por probar una vida de película con finales que estuvieran programados para ser felices, tener un descanso de uno mismo entre cada escena y momento, no tomarse la molestia de escribir el propio libreto, todo estaría listo para que vivamos plenamente y que se pudieran repetir los instantes en los que no decimos lo que debemos para corregir y que todo vuelva a ser perfecto?.

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