La gran idea.
Por Daniela Ferreira
A veces quiero
creer que sí, que allá arriba o en alguna parte más allá de la existencia hay
un cielo, un refugio eterno que nos espera, un paraíso oculto entre las nubes
que revela sutilmente su existencia cuando amanece, coloreando el cielo,
levantando el sol, como mostrándole a la humanidad cada mañana una porción del
edén que nos espera, revelándonos una pequeña parte de la perfección, para que
así de alguna manera no tuviéramos miedo, miedo de no llegar hasta el final del
día y miedo de que estas sean las últimas horas que recorra nuestro tiempo,
porque ese amanecer es una muestra de que si nuestro último día en la tierra
llegase a ser este nada malo va a pasar, como si el cielo fuese un aliento y
gritara en sincronía con los colores: “Todo va a estar bien”.
Es divertido
pensar en algo así, en que lo que nos espera es sólo felicidad o una especie de
recompensa por aguantar cada día sabiendo lo complicada y difícil que es la
vida en si misma. Que después de todo vivir no se trata meramente de respirar,
merodear y cumplir funciones, es tan complejo que uno mismo ni lo entiende, por
eso necesitamos que algo tenga sentido, para sentir así que algo encaja, que
tiene lógica y que al comprenderlo pueda formar parte nuestra, por eso
necesitamos el cielo, la idea de dios, de una conciencia sublime que ronda por
el mundo haciendo magias, destinos y milagros, planeando todo cuidadosamente
para que cada evento signifique algo, para que cada ser reciba lo que se merece
y lo que necesita al mismo tiempo, necesitamos aferrarnos a la idea de que la
maldad no es sólo eso: maldad pura, si no una enseñanza, un paso más de un
camino que nos llevará a un mejor lugar. Pero no creo que tengamos que crear a
una criatura celestial para entender eso, a veces la maldad si es sólo eso, los
eventos no fueron creados para que aprendamos de ellos, pero aún así tenemos la
capacidad de aprender de ellos y avanzar por nosotros mismos.
¿Existe el
destino?, tal vez no, pero si puede existir una fuerza inevitable,
incontrolable y desconocida que hace que las cosas pasen como pasan, no porque
debería pasar así o porque así estuviese escrito, si alguien o algo pudiera ver
el futuro de alguna manera tal vez si exista el destino que se encargaría
entonces de que aquellas visiones se cumplan y que todo pase como se predijo,
pero cómo saber si alguien sabe nuestro recorrido, si nosotros apenas intuimos
nuestros pasos y el futuro es tan oscuro y borroso como la muerte.
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